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Esta semblanza fue escrita por el Maestro Carlos Blas Galindo con motivo de la exposición de Salvador en el Museo de Arte Moderno de la CDMX en 1987 y se ha escogido porque describe fielmente la obra del artista. 

El espacio curvilíneo

Carlos Blas Galindo

 

Salvador Manzano ha integrado su muestra individual con trece piezas tridimensionales de medidas mayores que la escala humana.  Su intención es exhibir un conjunto de trabajos que evidencien la variedad de soluciones formales que ha obtenido durante 10 años de constante labor profesional.  El autor no expone obras anteriores a 1979 – año en que el autor finalizó su aprendizaje en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) – porque, hasta 1978 su producción era bidimensional.

 

Las obras expuestas patentizan tres etapas en el desarrollo de las estructuras tridimensionales de Salvador Manzano:  a la primera – de 1979 a 1982 - pertenecen los trabajos en que predominan las curvas; a su siguiente fase – entre 1982 y 1985 – corresponden las piezas realizadas a partir de la unión de curvas y rectas;  y a la contemporánea – de 1985 a la fecha -, aquellas que se caracterizan por la incorporación de volúmenes cuya organización se basa en rectas y curvas.

 

La situación que en aquel entonces vivía la ENAP le facilitó a Salvador Manzano el rápido desarrollo de sus aptitudes e intereses.  Inició pronto su producción profesional basada ya en la interrelación de curvas y rectas ensanchadas, y comenzó, desde 1975, a conquistar una presencia dentro del panorama de la plástica.

 

La otra causa que influyó de modo determinante en la coherencia de la vida artística del autor, fue el ritmo pausado que caracteriza al trabajo en tres dimensiones: la labor espaciada y paulatina que propicia la reflexión, la investigación y la previsión que se manifiestan en sus obras.

 

Los trabajos que conforman "El espacio curvilíneo" impactan de inmediato a los espectadores debido a la manera en que su autor ha resuelto las oposiciones que, como desafíos, se plantea.  Las piezas de Salvador Manzano son la síntesis formal de conceptos contradictorios:  interno-externo, complejo-simple, efectivo-aparente, pesado-ligero, vació-lleno, estable-movible, parcial-total, sólido-débil.

  

La alta calidad en la factura de las piezas de este autor es posible merced a los recursos tecnológicos de desarrollo intermedio utilizados en la industria, los cuales le permiten transformar con eficacia las placas de acero al carbón que constituyen su material.  Las obras expuestas en El espacio curvilíneo, el aprovechamiento o la adquisición de habilidades fabriles por parte del autor, entraña el ocultamiento mediante la aplicación de pintura, no sólo del material, sino también de los procesos de elaboración que conviene mencionar.

 

Salvador Manzano hace, primero, bocetos con cartón recubierto por aluminio de escaso calibre y, a partir de éstos, realiza maquetas de acero de dimensiones reducidas, para luego decidir la escala que tendrán las piezas –que por el momento son de gran formato, pero con tendencia a ser todavía mayores–.  El proceso de factura incluye el trazado sobre las placas, el corte a la flama con mezcla de oxígeno y gas butano, el rolado en frío, el soldado con electrodo, el pulido con esmeriladora manual y el pintado con pistola de aire.

 

Cabe mencionar que Salvador ha previsto la utilización de otros materiales y de otros recubrimientos a fin de reducir el mantenimiento que sus estructuras –planeadas para ser mostradas en exteriores- requieren para evitar o retardar la corrosión.  Inclusive pretende trabajar con otros aceros o con aluminio –como ya lo ha hecho- los brillos, tonos y texturas de los metales sin pintar;  así como aplicar recubrimientos epóxicos o bien emplear la técnica del ferro-cemento para solucionar obras en formatos monumentales mayores de diez metros.

 

Los trabajos de Manzano están dirigidos a las facultades perceptivas del público.  Los que integran El espacio curvilíneo son transitables y acrecientan la participación de los espectadores.  Estas obras aluden, en ocasiones, a la realidad tangible y, en otras, evocan sensaciones.  Las referencias y recuerdos que generan, provocan con frecuencia asociaciones que incrementan el disfrute estético o remiten ideas –reforzadas por los títulos, elegidos con acierto- que auxilian en su comprensión.

 

En nuestro país los productos de artistas ubicables dentro del geometrísmo ha encontrado, por lo general, con aceptación; sin embargo, las esculturas de Salvador Manzano desconciertan.  Esto se debe a que no son numerosos los que, como él, se alejan de las angulosidades derivadas del seccionamiento de primas o pirámides.  Pero las discrepancias de Salvador con los lenguajes genéricos favorecen su creatividad.

 

Varios de los planteamientos que el autor incorpora provienen de una tradición moderna.  La nueva escultura, al alejarse del bulto, de la masa y la materia, conquistó la posibilidad de integrar el espacio real a las propuestas en tres dimensiones.

 

Dibujar con líneas de metal es una idea muy avanzada que Salvador hizo suya desde 1979, pero la fuerza de sus recientes objetos tridimensionales se sitúa en la renovación que obtiene de su lenguaje al proveerlo de formas volumétricas cuyo sentido no únicamente difiere del tradicional, sino que cuenta con nuevos significados:  no recupera los volúmenes cerrados sobre sí mismos – a los que ya ha renunciado – ni principia la ejecución de esculturas abiertas, antes bien, abandona la intransigencia que caracterizó algunos de los movimientos artísticos internacionales de las pasadas tres décadas a fin de enriquecer sus recursos expresivos.

 

En "El espacio curvilíneo" Salvador Manzano demuestra que en la actividad artística es posible compartir con otros colegas un lenguaje común y, al mismo tiempo, disentir.  También confirma que, para un amplio número de creadores que como él han gestado sus estilos durante la pasada década y los han consolidado en la presente, los nuevos límites del arte contemporáneo significan nuevas libertades.

 

Los métodos de realización de Salvador Manzano así como su repertorio formal, congruente con las posibilidades técnicas de la actualidad, derivan de algunas de las vanguardias históricas surgidas a principios del presente siglo.  La sistematización, el ordenamiento del trabajo creativo que le caracterizan, así como su actitud experimental, son herencias de los movimientos que florecieron en la posguerra.  Apoyándose en ellas –pero sin pertenecer a ninguna de las corrientes de las que desciende- ejerce la práctica de la tridimensionalidad posescultórica que se dirige hacia la obtención de nuevas concepciones, tal como lo hizo ya con el volumen.

 

Exposición: El espacio curvilíneo

Museo de Arte Moderno

Bosque de Chapultepec,

Octubre, 1987 – enero, 1988

México D.F.

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